7.1.09

Ajuste presupuestario + primeros barros no termales

Desde la última vez que escribí, hemos cambiado de año. Contra todo pronóstico, el año nuevo me pilló a 4.200 metros de altura, en una aldea perdida del sur de Bolivia, sin uvas (con cacahuetes, no más) a las 20:30 de la noche (exigencias del guión, al día siguiente nos levantábamos a las 4:30 para seguir el camino, así que nada de trasnochar). Encomendamos a un sueco de otro jeep que diese las doce campanadas con un tenedor y una botella y nosotros comimos los cacahuetes como si fuesen uvas peladas sin pepitas y después nos abrazamos y nos deseamos feliz año nuevo, como manda la costumbre. El sueco lo hizo muy bien: tras cada golpecito con la cucharilla se paraba y se aseguraba de que todos hubiésemos tragado bien el cacahuete, imagino que para evitar sustos. Así son los suecos.

Así como las celebraciones navideñas me suelen resultar bastante poco gratas, mi momento favorito de las fiestas es precisamente la ceremonia de comer las uvas y la ronda de abrazos y de felicitaciones de año nuevo subsiguiente. Todo esto para decir que me habría gustado felicitaros el año nuevo en vivo y en directo; pero todavía no soy ubicua. Todo se andará.

Después de la aventura de conocer el Alfarcillo, visitamos algún pueblito más de la región, nos quedamos sin batería en el coche, conversamos con artesanas tejedoras, hablamos con una niña que llevaba una cruz de madera colgada del cuello que le había regalado un misionero que había visitado el pueblo hacía poco, subimos hasta que a los 5000 metros alcanzamos a ver el primer nevado de 6000 de la cordillera andina de este viaje, emprendimos el camino de regreso a Salta y conversamos con dos autoestopistas que llevamos con nosotros: dos mujeres de sendos pueblos a las que el colectivo había dejado tiradas. Durante el viaje, nos explicaron el proceso de fabricación del queso de cabra. Todo esto con el telón de fondo de unas montañas tan bellas...

Seguimos nuestro camino hacia el norte, atravesamos un bosque precioso, y entramos en la Quebrada de Humahuaca, que es también preciosa. Visitamos algunos pueblos de la región y decidimos detenernos a pasar el 24 por la noche en un pueblito mínimo que se llama Uquía. Alquilamos una casita con chimenea y fuimos al mercado de Humahuaca a hacer las compras para la cena. Algo sencillito: pollo al horno y flan. Los propietarios de la casa tenían además un rebaño de vicuñas. Son tan bonitos estos animales. Son las hermanas con clase de las llamas, que son todas grandes y torpes, y tienen una cara muy graciosa.

Después de entregar el coche (oh!!!) nos cogimos un bus hacia Iruya, un pueblo perdido en medio de la montaña que está ya muy al norte de Argentina. Tras 45 km de pista de piedra y barro serpenteante entre montañas, llegamos por fin al pueblo, escondido en una quebrada maravillosa, atravesado por un río que el día que llegamos bajaba casi vacío y el día en que salimos se había llevado la carretera por delante.

Buscamos alojamiento. La casa de una familia que había construido unas habitaciones en su propio patio. Un lugar muy muy modesto en lo alto del pueblo, que es pura cuesta. Nada más llegar, nos damos cuenta de que en el pueblo no hay ni un solo cajero y de que tras pagar el alojamiento y de guardar dinero para el bus de vuelta, nos quedan 24 pesos, es decir, el equivalente a 5 euros, con los que tenemos que comer tres personas durante tres días enteros. Nos organizamos superbien y, al final, nos sobró dinero! Conocimos a tres argentinos muy muy simpáticos y una par de noches organizamos una cena riquísima con papas, zanahorias, calabaza, huevos, salchichas y ensalada de tomate. Me encantaron esas cenas en las que cada uno aportaba lo que tenía (nosotros las patatas, las zanahorias y el aceite de oliva) y charlamos un montón sobre viajes, sobre Argentina, sobre comida...

En Iruya hicimos una excursión muy bonita hasta San Isidro, un pueblo a 8 km de Iruya al que se llega caminando por el lecho del río por un cañón es-pec-ta-cu-lar. El pueblo no tiene ninguna otra vía de acceso. Durante el trayecto, nos cruzamos con varias personas que hacían el camino en mula. Hice parte del camino junto con un chico de Iruya, Pablo, que me explicó un montón de cosas sobre la zona, el pueblo, las tradiciones religiosas, la llegada del turismo y los lugares que merece la pena ver en sus proximidades. En San Isidro, pasé un rato charlando con una chica del pueblo, Yolanda, que estaba sentada en el lecho del río junto con su hija de 3 años, vigilando a un ternero que acababa de nacer hacía una hora y que aún no se había puesto en pie. Estuve una horita con ellas y tuve la suerte de ver los primeros intentos de erguirse, caminar y mamar de este animal. Fue un momento muy bonito.

El tercer día que pasamos en Iruya, en la plaza del pueblo se celebró una fiesta de navidad en la que participaron los niños de las distintas parroquias del pueblo. Entre los niños que participaron en esta ceremonia de adoración, había uno que llevaba un corderillo (vivo, no de peluche) al hombro.

Iruya fue el primer lugar en el que oí hablar quechua.

Al cuarto día por la mañana nos fuimos de Iruya. Los billetes de autobús no se ponen a la venta hasta las ocho de la tarde del día antes, cuando ya se conoce más o menos el estado de la carretera. Como durante los días que pasamos allí había llovido, los buses no llegan hasta el pueblo y, por consiguiente, tampoco salen desde el pueblo, sino de un punto del camino que se encuentra a una media hora caminando. El primer bus sale a las 6 de la mañana y va cargado de peones de la construcción que trabajan en Humahuaca. Cuando salimos del pueblo eran las 5:15 de la mañana, era noche cerrada y llovía. Con las mochilas a cuestas y un par de linteras de esas que no tienen pilas y que alumbran más bien poco, nos ponemos en camino. Después de los primeros quince minutos, nos encontramos con un hombre del pueblo que espera en una caseta a que pasase alguien con linterna a quien sumarse. Charlamos un poco con él y avanzamos en plena noche. Y de repente, el camino desaparece. La crecida del río se lo había llevado por delante. Y el tipo dice: hay que cruzar. Y se quita los zapatos y cruza el río descalzo, en plena noche, en total oscuridad. Y nosotros allí flipando. A mí lo que más me alucinaba es que este hombre tuviera la certeza de que después de cruzar el río el camino iba a seguir ahí. Y cuando vi cruzar a Violaine, pensé, de perdidos al río, raquel, y allá que fui detrás. Pero sin quitarme los zapatos. En el camino que siguió cruzamos el río otras dos o tres veces, esta vez con paso firme pero sin dejar de alucinar con el panorama. Pero lo mejor llegó cuando, de repente, el tipo, que iba delante abriendo camino, nos anuncia que estamos delante de una oleada de barro que ha bajado del monte y que tenemos que atravesarla para poder seguir. Qué sensación la de meter un pie, y después el otro, en plena noche, en un barrizal de longitud y profundidad desconocidas. Cuando por fin llegamos al bus, aún con noche cerrada, teníamos los zapatos cubiertos de barro; enteros, no se veía nada que no fuese barro. Empezó a amanecer y empezamos a poder ver el estado de nuestros pies y nuestras piernas. Nunca he tenido tanto barro de la cintura para abajo.

Fue llegando más gente y el bus arrancó. La gente llegaba contenta, como si el estado del camino fuese lo más normal del mundo. Después nos dimos cuenta de que sí, de que era lo más normal del mundo. El camino que comunica a Iruya con el mundo atraviesa el río alrededor de 15 veces, trascurre por el bordecito de una montaña a cuyo costado hay una vista preciosa (con un poco de precipicio, eso sí) y se curva y recurva sin cesar a 350 grados. La primera vez que cruzamos el río, el bus, que es como un 4x4 pero en bus, se quedó atascado. La gente tranquila. El copiloto, también tranquilo, saca la pala, se baja del bus, se mete en el río, sin remangarse los pantalones, y se pone a echar piedra al cauce para hacer camino. Como él solo no puede, el conductor, un tipo súper simpático, se baja con toda naturalidad, se mete en el río y se pone a echar piedras él también, pero con las manos. La operación duró 40 minutos. Los tipos subieron al bus empapados, y tras varios intentos fallidos de arrancar, un intento exitoso y un sonado aplauso de los viajeros, nos volvimos a poner en marcha. La operación se repitió en varias ocasiones a lo largo del trayecto. 3 horas más tarde (y sólo 45 km después), el bus nos dejó, empapados, en el cruce de la carretera donde cogimos el bus que nos llevó a la frontera con Bolivia.

Con la mojadura, me dejé el impermeable con la navaja suiza que me regaló Gregor colgando de un árbol en el cruce. No son olvidos, sino maniobras voluntarias de abandono de equipaje. También he dejado el único pantalón largo que tenía en el jeep el otro día. Y el bastón de caminar en un hostal de Angra dos Reis. Ahora voy disfrazada de osito de peluche a todas partes, con mi forro polar verde y mi pantalón interior polar negro. También me queda un pantalón corto (era largo pero el chucho que me mordió lo melló y lo llenó de la saliva, y de la rabia que me entró lo corté) que me pongo cuando hace frío.

Bolivia lo dejo para otro día. En homenaje a la comunidad malagueña diré que, en la estación de autobuses de Villazón, en Bolivia, hay una empresa que se llama "El expreso boquerón". Ole.

Marmolejo, Terremoto, Marina. Qué bien tener noticias vuestras. Terremoto, tú en Bolivia te mueres. Las ciudades no son ciudades, son directamente mercados. Me estoy acordando más de ti!!!

Anitas, mi vecina y mi sobrina, qué alegría vuestros comentarios.
Yaiza, vi unos animalitos más bonitos: llamas, vicuñas, flamencos rosas y blancos y negros, avestruces, todos en la naturaleza.

Gracias a todos por vuestros comentarios.
El anónimo que entra y se va haciendo mutis por el foro que dé la cara, anda.

Un beso muy fuerte desde Potosí

11 comentarios:

Dariada dijo...

Uii que raro! soy la primera en dejar comentario, no se me ha adelantado ni Ana Laura, jejeje.

Esta bien esto de seguir tus aventuras via blog, tienes a toda la familia entrando todos los dias a ver si hay actualizaciones.... a este ritmo fijo que güelita se compra un ordenador.

Besines

Unknown dijo...

Oléee ¡Qué envidia poder meterte en barro sin pagar,pues aqui la gente paga pastones porque le pringuen un pooco!
Aupa mi tía.
Yoli

Unknown dijo...

A toro pasado, que chuli. Se me queda un poco de alma en cada lugar que describes. Voy enseguida al docto papá Google a buscar información.
No pares de escribir porque la semana próxima utilizaré este blog para hacer una presentación de las posibilidades de internet a mis futur@s alumn@s. Y te escribirán.

Te queremos.
¡Feliz año nuevo!
Yo lo empiezo con tantos planes...

sandra dijo...

hola raquel, qué tal?
antes de nada, feliz año nuevo!!

sabes que ayer estuve escaneando un libro de mapas de la frontera de brasil, paraguay y argentina??
me acordé de ti y estuve intentando localizar los sitios de los que hablas en tus posts.

sigue narrándonos tus aventuras, que enganchan.

un beso grande

Anónimo dijo...

que maravilla de viaje Ra lo del salto me estoy quedando corto ,estoy en Castellon despues de las fiestas est haciendo frio aqui pero menos importante que en Madrid que esta cerrado el aeropuerto y las salidas por carretera ,encuanto a las escursiones por el monte que os haceis me recuerdan los inviernos en Safiz un besazo

Anónimo dijo...

Gracias Raquelilla por contarnos tantas cosas. Me encantan. Dennis y yo tenemos un mono ho-rro-ro-so gracias a ti. Pero te queremos. Un beso muy fuerte. Mariadel

Ana Vázquez dijo...

Se acaba de pasar la abuela por aquíy la tienes loca, va de mi pc al telecentro para saber si hay noticias de que escribiste. Anda toda cabreada porque quería publicar un comentario en esta entrada pero el ordenador no la dejaba y se enfado toda así que un saludo para tí de su parte, que no tenía tiempo porque había quedado con las amigas. Por aquí todo va genial. En casi toda España ha nevado pero aquí no mucho así que por desgracias hemos tenido que ir al instituto tanto jueves como viernes y con sus respectivos exámenes cada día para empezar bien el año. Veo que tu entrada de año no fue nada mal, un año habrá que probarlo con cacahuetes.

Muchos besos.
Gema, ahí te vi rápida!

Manu dijo...

Buenas Raquel... no le hagas caso a Ana Laura. En Asturias también ha nevado, cuentamelo a mi, que ando con la furgoneta por la cuenca (La felguera, sama, etc etc etc y por ahi pa arriba) y ya van 3 dias seguidos que ando "esquiando" con un cacharro de 3,5 toneladas.

Pasalo bien hamija, y no pierdas mas equipaje, que al final vas a volver en bragas en el avión jajaja

Anónimo dijo...

Hola. Raquel como estas .yo bien.el otrto dia te esqrebi pero no supe embiarlo ya bi las abenturas..Seguro que traeras muchas cosas que contar.Que sean todas muy buenas.estoy en casa de javi muchos besos mama

Anónimo dijo...

Raquel, ¿te das cuenta de que cuando vuelvas no vas a tener nada que contar?

Por cierto, me parece que el anónimo al que te refieres soy yo.

Un beso.

Anónimo dijo...

15 despues de leer un poco .pocas cosas llebastes y te las pierdes tu beras.Aqui ay mucho frio.El Sabado si todo va bien bamos a la piscia se lo ofreci a yaiza le gusta mucho ya mi ir con ella.Los Martes de 4 30 a 6 benqo aun cursillo de la memoria yConchita y Pilar .vesos